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MUSEO DE LAS FERIAS - PIEZAS DEL MES

Anagrama Museo de las Ferias

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12-09-18 - Obra destacada meses de septiembre y octubre 2018

Bula de Clemente VIII por la que se confirma la fundación del Hospital General. Litterae sollemnes Illius qui pro Dominici gregis. Roma, 10 de junio de 1593. Manuscrito sobre pergamino / 107,8 x 77,3 cm. Archivo Simón Ruiz, ASR, P, 9
Bula de Clemente VIII por la que se confirma la fundación del Hospital General. Litterae sollemnes Illius qui pro Dominici gregis
Roma, 10 de junio de 1593
Manuscrito sobre pergamino / 107,8 x 77,3 cm
Archivo Simón Ruiz, ASR, P, 9

El 10 de junio del año 1593, o lo que es igual: el “quarto idus iunii”, en el “anno Incarnationis Dominice millesimo quingentesimo nonagesimo tertio” y segundo del pontificado (“pontificatus nostri anno secundo”) del papa Clemente (Clemens episcopus, seruus seruorum Dei) se expedía en la cancillería pontificia el diploma que contiene, como se resumió en el dorso del documento en el siglo XVII, la “confirmaçión de la escritura de la villa para la fundaçión del Hospital”.

En ese resumen, que tanto dice aunque calle tanto, se denomina al diploma “bulla”. Y el autor del epítome lo llamó así porque el documento conservaría entonces el sello de plomo que le autentificaba y que le validaba. En la actualidad el sello se ha perdido, pero hemos de suponer, de acuerdo a los usos de la cancillería pontificia en esos momentos, que pendería de un cordón de hilos de seda y llevaría en el campo del anverso las cabezas de San Pablo y San Pedro con la leyenda abreviada que los identificaba: spa, spe (Sanctus Paulus, Sanctus Petrus); y en el del reverso, el nombre del papa en nominativo, seguido del título abreviado y el numeral ordinal: clemens pp viii.

El hecho de que todas las litterae, no solamente las sollemnes, se validaran con sello de plomo pendiente es lo que ha permitido y permite que estos documentos puedan denominarse de manera genérica bulas. Pero la diplomática pone título más particular a estos diplomas, de ahí que al que nos ocupa de Clemente VIII se le denomine litterae sollemnes, que nosotros distinguimos, como es usual en la documentación expedida por la cancillería papal, con el íncipit de la epístola o primeras palabras del cuerpo documental: Illius qui pro Dominici gregis.

El documento fue escrito en un pergamino de excelente calidad, muy bien trabajado, y no únicamente en el lado de la carne, que fue el elegido para recibir la escritura: una letra gótica diplomática o curial (de uso común en la cancillería pontificia en el tiempo en que se escribió la carta), trazada con una gran maestría y de factura realmente extraordinaria y cuidada, tanto que para no alterar la posición recta de los renglones se tiraron unas líneas horizontales con lápiz de plomo para que hicieran de guía. Este cuidado de los caracteres externos son habituales en otras litterae, pero no lo es tanto lo que a simple vista hace del documento de Clemente VIII un diploma fuera de lo común, y en parte lo identifica, a saber: las orlas o adornos, con motivos vegetales y floreados, que se dibujan en los márgenes superior e izquierdo del documento, así como las litterae longariae o mayúsculas alargadas de la primera línea y el nombre del papa, Clemens, encubierto prácticamente en una compleja urdimbre vegetal que lo adorna en exceso.

Es comprensible que un documento de hechuras tan cuidadas, que naturalmente había que pagar, no se empleara para asuntos irrelevantes, y también que un diploma con un asunto importante, destacado, sobresaliente, como lo es la confirmación de la fundación de un hospital, se dirigiera no a una persona o institución determinada y concreta, sino que la dirección diplomática se sustituyera por la fórmula de perpetuidad “ad perpetuam rei memorian” (sic).

Para la perpetua memoria de las cosas se escribieron las Litterae sollemnes cuyo texto o cuerpo se inicia con las palabras de la arenga que conocemos: Illius qui pro Dominici gregis. El documento no se expidió de oficio o a iniciativa de la Curia pontificia, sino, como se explica en la parte narrativa del diploma, a petición de Simón Ruiz Envito, vecino y regidor de Medina del Campo, de la diócesis de Salamanca, de Diego Ruiz de Montalvo, abad de la colegiata de la villa, y del regimiento de Medina, que presentaron al papa la súplica para que les confirmara tanto la fundación, dotación e institución del Hospital General y capilla fundados por Simón Ruiz para el cuidado de pobres enfermos y peregrinos, como el concierto que firmaron el propio Simón Ruiz (que dio diez mil ducados para el edificio: “in cuius structura seu edificio expendi deberent per dictum Simonem decem millia ducatorum”) y el concejo, con el consentimiento del abad Diego, ajustando los capítulos y condiciones del convenio, que empezaban por determinar el lugar necesario y oportuno que el consistorio daría a Simón Ruiz en el Ejido (“in loco vbi dicitur del Exido, prope et extra Portam de Salamanca”) para la construcción del Hospital General, que se construiría bajo la invocación de la Purísima Concepción y San Diego de Alcalá (“sub inuocatione Conceptionis Beate Marie et Sancti Didaci de Alcala”) y que subsumía e incorporaba a los hospitales existentes en Medina, a excepción del Barrientos. A partir de esa primera condición se fueron desgranando todos y cada uno de los capítulos que contenía la concordia que los peticionarios presentaron al papa Clemente VIII para que la confirmara, y que ellos habían firmado en Medina del Campo el 23 de abril de 1591 y que había sido aprobada por Felipe II el mismo día de abril del año siguiente, 1592.

En ocasiones, y pudo ser esta una de ellas, después de haber sido presentada la petición al papa, se encomendaba a algún prelado o cardenal u oficial de la Curia para que intercediera y la tramitación de la petición se agilizara. Oída la petición por el pontífice, este disponía negando o, como en este caso, concediendo la gracia de la aprobación y confirmación solicitada.

A la minuta o escrito preparatorio de lo que serían la litterae sollemnes que hoy se guardan en el Archivo Simón Ruiz únicamente le faltaban las cláusulas sancionales, que contenían las penas prohibitivas, que empezaban con el cásico: “Nulli ergo omnino hominum…”, y las de carácter espiritual: “Si quis autem hoc attentare presumpserit…”, que se destacan siempre con una letra inicial capital.

La data (según estilo de la Encarnación del Señor y cálculo florentino) que conocemos del documento, la del 10 de junio del año 1593, es la del día que Clemente VIII concedió lo que Simón Ruiz y los otros peticionarios le hacían solicitado (se cumplía así el aforismo prior in data, potior in iure). Data que se escribió en la minuta y, como es lógico, se repitió después en el mundum o documento definitivo que, una vez revisado, validado y registrado se remitió a Medina del Campo. Antes de hacerlo, se dejó constancia en el diploma, mediante las suscripciones de los funcionarios que intervinieron en él, del complejo proceso de producción documental de la cancillería pontificia, y entre ellos los abreviatores de las litterarae sollemnes: C. Pamphilius y C. Rinuccinus; el funcionario de la oficina del magister registri: Henricus Guilletus, pro magistris; el registrador, en la nota del reverso: R. Johannes Bejel. De igual manera se dio cuenta de las tasas que fueron percibidas en el mes de julio por la expedición del documento: CCL florines, y que establecieron el rescribendarius y el computator de la cancillería: J. Zianus, D. Balbus; las notas de cancillería: Hele CCLXnus Burlurault Rodríguez, y de expedición de laslitterae: exp. d. centum sexaginta, V. Boncompagnus. Y sobre la plica, la firma del scriptor: N. Lombart.

Se había excedido el tiempo que se habían dado el 23 de abril de 1591 los firmantes de la concordia, que fue, de acuerdo a lo que reza el capítulo XLVI de la misma, “dentro de un año primero siguiente que corre y se cuenta desde hoy, día de la fecha desta escritura en adelante, se habrán sacado las dichas confirmaciones de su Santidad y del rrey, nuestro señor”. De Felipe II sí se obtuvo confirmación en el plazo anunciado; de Clemente VIII se tardó (y costó) algo más de lo previsto. Pero bien estuvo lo que acabó bien.

Mauricio Herrero Jiménez
Prof. Titular de Paleografía y Diplomática
Universidad de Valladolid

BIBLIOGRAFÍA

BATTELLI, G., Acta Pontificum, Roma, 1965, nº 37.

BUSTAMANTE GARCÍA, A., “El Hospital de Simón Ruiz de Medina del Campo”, en A. SÁNCHEZ DEL BARRIO (ed.),Simón Ruiz mercader, banquero y fundador, Medina del Campo, 2016.

CAMPO DEL POZO, F., Hospital y Fundación Simón Ruiz en Medina del Campo (Valladolid), en F.J. CAMPOS Y FERNÁNDEZ SEVILLA (coords.), La Iglesia española y las instituciones de caridad, Sevilla, 2006, pp. 491-509.

DOMÍNGUEZ SÁNCHEZ, S., “Expedición del documento pontificio a partir de Sixto V”, en Boletín de la Sociedad Española de Ciencias y Técnicas Historiográficas. Diplomática antigua. Diplomática moderna, 3 (2005), pp. 127-175.

Hospital General de la Purísima Concepción y de San Diego de Alcalá fundación de Simón Ruiz Envito. Memoria correspondiente al año 1925, presentada a la Junta Patronal para su aprobación el día 12 de febrero de 1926, Medina del Campo, 1926, pp. 9-37.

MARCOS MARTÍN, A., “El sistema hospitalario de Medina del Campo en el siglo XVI”, en Cuadernos de Investigación Histórica, 2 (1978), pp. 341-362.

NAVARRO GARCÍA, L., El Hospital General de Simón Ruiz en Medina del Campo. Fábrica e idea, Valladolid, 1998.

RABIKAUSKAS, P., Diplomatica pontificia (praelectionum lineamenta), Roma, 6ªed., 1998, p.54 y p.89.

SÁNCHEZ DEL BARRIO, A., “Simón Ruiz y el Hospital General de Medina del Campo”, en J. URREA FERNÁNDEZ (coord.), Arte y mecenazgo, Valladolid, 2000, pp. 225-248.

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13-09-18 - Nuevos ciclos en el Museo

La Plaza Mayor y una bula de Clemente VIII, obras destacadas en el Museo de las Ferias.

Una Bula de Clemente VIII es protagonista en el Museo de las Ferias durante estas semanas / Cadena Ser
Una Bula de Clemente VIII es protagonista en el Museo de las Ferias durante estas semanas / 

La Fundación Museo de las Ferias ha presentado las obras y documentos de los ciclos expositivos que serán protagonistas durante los meses de septiembre y octubre.

En el apartado de “Obra Destacada” se ha elegido un dibujo original a lápiz de José Mª García Fernández “Castilviejo” en el que se representa la feria de Medina del Campo en la Plaza Mayor. Realizado entre 1959 y 1960, es el dibujo previo a la pintura mural en lienzo que compone para la sede de la Cámara de Comercio e Industria de Valladolid. Este dibujo, de una estimable calidad técnica y desconocido hasta ahora, ha sido depositado en el museo por su propietario Cecilio Blanco Martínez. El texto que acompaña a esta obra ha sido redactado por el profesor Miguel Ángel García Pérez, el mejor conocedor de la obra pictórica de Castilviejo.

En lo que se refiere a los “Documentos Archivo Simón Ruiz” en esta ocasión se cede el protagonismo a la Bula de Clemente VIII por la que se confirma la fundación del Hospital General. Fechada en Roma el 10 de junio de 1593, es uno de los más importantes documentos conservados en el Archivo Simón Ruiz. De su estudio se ha encargado el Profesor Titular de Paleografía y Diplomática de la Universidad de Valladolid, Mauricio Herrero Jiménez.

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15-11-18 - Obra destacada

Tapiz de cazadores con lebreles. Willem de Kempeneer. Bruselas. Segundo tercio del siglo XVI. Lana y seda / 320 x 320 cm. Museo de Valladolid. Inv. 536

Tapiz de cazadores con lebreles
Willem de Kempeneer
Bruselas. Segundo tercio del siglo XVI
Lana y seda / 320 x 320 cm
Museo de Valladolid. Inv. 536

La importación de productos de calidad para el uso personal y doméstico era parte importante de la actividad mercantil de Simón Ruiz en los Países Bajos. A través de sus agentes en el puerto de Amberes llegaban a Medina del Campo muebles y textiles finos acompañados de ricas tapicerías, piezas estas muy demandadas por su tono de distinción social. En representación de aquellas que Simón Ruiz tuvo tan presentes en sus negocios, figura en la exposición este tapiz de Bruselas, ciudad donde en el siglo XVI se crearon los paños de lizo más apreciados por el mercado de lujo europeo.

En el escenario de un bosque frondoso, cuatro cazadores con sus perros parecen conversar. En primer término, dos figuras principales. El de la derecha lleva calzas y sayo, o quizá una cuera, que deja ver manga y cuello de una camisa roja con dibujo rayado en blanco, a juego con su gorro. Ciñe a su cintura un cuchillo de caza con su funda, mientras de su mano izquierda sujeta la correa de su can. Lleva un calzado de vistoso enre­jado, que parece querer dar relevancia al personaje cuyas facciones podrían recordar las de Carlos V, está atento a los cazadores del fondo mientras el de su izquierda, vestido con sayo azul, acaricia la cabeza de su perro con ambas manos y porta en bandolera un cuerno de caza. Los dos cazadores en segundo plano, uno de los cuales también lleva a su costado un cuerno, parecen indicar el camino a seguir. Al fondo un quinto cazador camina con su perro entre los árboles. Todo ello se enmarca en una bordura de cenefa floral realzada en sus ángulos por cabezas de león, un elemento frecuente ver en borduras de tapicerías del segundo cuarto del siglo XVI.

marca Kempeneer

El tapiz tiene su marca de fabricación en el borde inferior derecho: una W con un 4 sobrepuesto, que corresponde a Willem de Kempeneer, uno de los tapiceros más afamados de Bruselas cuya actividad se documenta en el segundo tercio del siglo XVI y de cuyo taller salieron innumerables paños, sin duda varios de ellos hacia España, como este del Museo de Valladolid o como los cuatro pertenecientes a la Historia de Abraham, conservados en las colecciones reales españolas. El paño pudo también tener la marca de origen en el borde inferior, donde se aprecian dos tramos de tejido que han sido cortados y sustituidos de antiguo. Dicha marca, que sería la de Brabante – Bruselas, establecida oficialmente desde 1528, aparece en varios de los tapices realizados por Kempeneer.

Marca JanRaes

En la parte posterior se conservan zonas de forro original, sobre el que se ve, pintado en azul, un mo­nograma formado con las letras I-A-N-R, que cabría relacionar, aunque sin mayor argumento, con el taller familiar de los Raes, que entre 1580 y 1650 era de los más importantes de Bruselas. En todo caso, es este un dato interesante del tapiz que informaría sobre aspectos comerciales de marchante o de embarque.

Quizá por influjo de la famosa serie de Las cacerías de Maximiliano, que realizó en Bruselas el taller de Willem Dermoyen, entre 1531 y 1533, los tapices con escenas de cacería de los telares flamencos alcanzaron gran difusión en el siglo XVI. Frente a las grandes series de historias bíblicas o mitológicas, los temas aisla­dos de cacería, así como los de boscajes, tuvieron su especial demanda española, aunque sabemos que estos últimos no fueron mercancía de la preferencia de Simón Ruiz. En sus misivas a sus agentes de Amberes les requería unas características de calidad, tanto en el uso abundante de seda y lana, como en los diseños de las figuras y de las borduras, que estimaba que no cumplían los paños de asuntos vegetales.

De la procedencia del tapiz sólo sabemos que perteneció a Pablo Alvarado, médico oftalmólogo, que ejerció en Valladolid, cuya colección, en parte, adquirió el Ayuntamiento de Valladolid en el siglo XIX, con­tribuyendo con ella a la formación del antiguo Museo Arqueológico. Es probable que Alvarado lo comprara en Burgos, donde residió un tiempo y a donde perfectamente pudo arribar entre las remesas de tapices que con gran frecuencia llegaban de Flandes a los puertos del Cantábrico.

Eloísa Wattenberg García
Directora del Museo de Valladolid


BIBLIOGRAFÍA

Marguerite Calberg y Henri Pawels, “Dècouverte de la marque du tapissier sur la tenture de l´Histoire de Jacob”, Bulletin des Musées Royaux d’Art et d’Histoire. 1961, p. 112.

Guy Delmarcel, Flemish Tapestry, 1999, p. 366.

Paulina Junquera de Vega y Concha Herrero Carretero, Catálogo de tapices de Pa­trimonio Nacional, Madrid, 1986, pp. 208, 209, 211 y 213.

César Alejandro Manrique Figueroa: “Las cartas de Amberes de Simón Ruiz y su agrado por las tapicerías flamencas”,Congreso internacional Imagen y Apariencia (2008. Murcia)

Eloísa Wattenberg García, Museo de Valladolid. Colecciones, Salamanca 1997, p. 241.

“Pablo Alvarado Arnáiz”, en Numismática romana de Valladolid. Arqueología, libros y antiguo coleccionismo, Valladolid, 2011, p. 121.

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